26 Ago 2013

La Inestabilidad del Servidor Público ante un Cambio de Gobierno

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La Inestabilidad del Servidor Público ante un Cambio de Gobierno

En todo proceso electoral es lógico que el mensaje y las propuestas nos hablen de empoderamiento del ciudadano, una mejor gestión, y sin duda en nuestro caso en particular, de unas propuestas con importante contenido ideológico, pero ¿Qué le dicen en concreto los candidatos a los funcionarios, a los trabajadores de la Alcaldía o del Concejo Municipal?

¿Que pasa con ese servidor público al momento de acercarse una elección? ¿Qué implica el posible cambio de sus supervisores inmediatos? Esto lo preguntamos sin importar el tema ideológico o partidista, aun cuando es un factor fundamental en una época de gran polarización.

El ser humano es vulnerable ante los cambios. El discurso escuchado y la incertidumbre no siempre manifiestas de forma pública, son evidentes. En principio, toda la oferta electoral y la campaña se basan en la fidelidad a un modelo de gestión ideológico por encima del modelo de gestión gerencial eficiente. Y todo este bombardeo de información retumba en los oidos de los servidores públicos con una alta frecuencia antes de ser electo. Llega el día de las elecciones y la manifiesta ansiedad del trabajador sobre su futuro le impulsa asistir o nó a la elección. Si el candidato que gane no es del partido político que esta en el poder, eso implicará indudablemente la revisión sabida de la plantilla de trabajadores, bajo aquellos aspectos ya conocidos como estar inscritos o no en el partido que gane y llegue a gobernar, simpatías y activismo político o simple amistad con los líderes que llegan al poder.

Pongámonos en los zapatos del servidor público, imaginemos la situación. Tengo o no alguna afiliación política con el gobierno en turno y se pierden las elecciones. La angustia que se genera en dicho trabajador con el solo pensar en la pérdida del empleo, de ya no poder llevar el sustento a su familia, de estar ante una situación de crisis económica, donde no es fácil encontrar un empleo con beneficios tangibles, y con la real posibilidad de ser perseguido por ser del partido perdedor.

Por otra parte, si el trabajador no llega a ser despedido o removido de su cargo, siempre estará sobre éste la sombra de no pertenecer al partido o afiliación pólitica de los que están en el poder y son sus supervisores, con las implicaciones del caso, estancamientos en los ascensos, revisiones salariales y en muchos casos traslado a áreas de mayores dificultades laborales.

¿Cual es el ambiente de trabajo que le tocará enfrentar, cuando todos saben que mi “camisa” hoy es de un color y mañana me exigirán usar una de color diferente? ¿Como se logra separar el trabajo de la militancia? ¿Como se traduce esto en resultados productivos para la gestión pública y la satisfacción laboral del empleado?

Si por el contrario, el trabajador es removido de su cargo y las razones son meramente políticas, no milita en el partido, esta en una lista, no fué a votar, o no va a actos de campaña, o simplemente expresó una opinión política distinta aunque sólo en forma circunstancial, es evidente que esto generará muchísima mas ansiedad e inestabilidad en el ambiente y clima organizacional con las consecuencias conflictivas.

Ante este complejo panorama, el discurso y la práctica de quien se postula al ejercicio de una actividad o cargo público vía elección popular, deben ir de la mano, estar claro en cuanto a la igualdad que tenemos como Venezolanos, ciudadanos, trabajadores, tal como lo consagra la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, el derecho al trabajo, además de las nóveles leyes de protección a los trabajadores por acoso psicológico, y que el fin es evitar el maltrato al trabajador y su derecho a tener una carrera.

El discurso del candidato debe ser articulado y con una estrategia de trabajo de respaldo y orientada al respeto de los derechos de todos, que creará positivas espectativas y generará un ambiente propicio al diálogo y a la aceptación de las nuevas autoridades. Si ese discurso viene acompañado de acciones programáticas contundentes que lo respalden, y con frutos tangibles en los primeros 100 días de gobierno, toda esa incertidumbre y posible conflictividad bajará a niveles manejables.

No quiere decir que no habrá conflictividad, nó, lo que queremos expresar es que esta será manejable, si el discurso y la acción tienen coherencia, si se convoca al trabajo en equipo o se divide en parcelas.

Insisto, el discurso debe ser coherente, se debe cumplir y no solo debe ser dado por el líder a ser electo, Alcalde, Concejal, Etc., su cuerpo de funcionarios de primera línea, todos aquellos con funciones de supervisión y mando deben asumir e internalizar dicho discurso, transformarlo en hechos y por sobre todo creerlo, para que el trabajador que esta en ese estado de angustia, sea de la tendencia que sea, le respalde basado en la credibilidad, respuesta dada y objetividad del mismo.

En Venezuela tenemos casos exitosos de gestión pública local, que nos deben servir de guía y ejemplo para valorar el recurso humano como eje fundamental del cambio.

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